El dibujo de un círculo ensō simboliza para la filosofía zen el momento en que la mente es libre para dejar que el cuerpo o espíritu se pongan a crear. Es un acto de vacío en un trazo.
Es el universo que está en armonía de acuerdo a sus propias formas, de manera que cuando una persona ejerce su voluntad en contra o sobre el mundo interrumpe esa armonía. Esto no quiere decir que una persona no deba ejercer su voluntad, si no más bien, notar el actuar propio en relación con los procesos naturales existentes. En el camino natural del Tao, el cómo, la intención y la motivación, es la clave.
Es el mismo conocimiento relatado desde el cristianismo por uno de los evangelios gnósticos cuando Pedro pregunta a el Cristo: ¿Cuál es el pecado del mundo?, y el Maestro contundente dice: «No hay pecado». Somos nosotros los que damos sentido al pecado, cuando nos alejamos de nuestro sendero, por eso el Bien vino de entre nosotros, hacia lo que es propio de su naturaleza, a reunirse con su raíz.